domingo, 24 de abril de 2011

¿por qué no ha nacido mi plantita si sembré la semilla como todos?

Érase una vez una planta de habichuelas llamada Manuela, que como todas las plantas nació de una semillita que plantaron en la tierra...


Manuela era una planta de habichuelas muy alta, fuerte y bonita, cada día que pasaba se hacía más fuerte y más bonita, sus hojas eran verdes y brillantes, y sus raíces se extendían tanto que Manuela podía comer muchísimo para seguir creciendo.
Cuando llegaba la hora del riego, Manuela abría bien sus raíces para comer todos los minerales que podía de la tierra.
En el huerto donde estaba Manuela había otras plantas de habichuelas, como ella, pero todas le decían que ella era la más bonita.
También había en el huerto  rábanos, lechugas, patatas...
Todos coincidían en que Manuela era la planta de alubias más bonita que jamás habían visto.
Manuela era felíz, claro, todos los días se acicalaba bajo el sol y estiraba bien sus hojitas para que el sol llegara a todos sus rincones.
Llegó el día en el que Manuela comenzó a florecer, sus flores eran tan bonitas y brillantes que las demás plantas no podían más que alabarlas a diario.


 También florecieron las demás alubias, pero las flores no eran tan relucientes ni tan hermosas y Manuela comenzó a repetirlo todo el tiempo:
-¡ja! vaya flor escuchimizada y pequeñita, vamos, las mías son mil veces más grandes y hermosas.
Tan pesada se puso que las demás plantas comenzaron a enfadarse con ella y a ignorarla.

A Manuela no le importó que la ignoraran porque era tan soberbia y engreída que, en vez de pensar que sus compañeras se enfadaron porque ella era ofensiva y mal educada, prefirió pensar que le tenían envidia.

El tiempo pasaba y las flores comenzaron a marchitarse como debe ser en una buena planta de alubias, pero Manuela no podía soportar perder sus hermosas flores, y se aferraba a mandar por sus ramas toda la comida que podía a sus flores para que no se marchitaran.
 Tanto se esmeró que aunque las demás plantas ya  no tenían flores y comenzaban a crecer en ellas las alubias, Manuela aún tenía flores.
Pero claro, una planta de alubias es para eso, para tener alubias, y no para tener flores.




 Así que a Manuela, muy a su pesar, se le fueron cayendo todas las flores, y tras las flores aparecieron las alubias.
Cuando sus flores desaparecieron Manuela se puso muy triste, porque ya no se sentía la planta más hermosa del huerto, y tan triste estaba que sus alubias crecieron poco y pequeñitas.
Todas las demás plantas del huerto tenían ahora unas alubias grandes, y gordas, pero las de Manuela eran pequeñitas y delgaditas. 
Un señor ajo, que se encontraba cerca de Manuela decidió que no estaba bien que nadie le hablara, pensaba que Manuela ya habría aprendido su lección y le habló así:
- No estés triste, Manuela, tú eres una planta de habichuelas, das alubias, para eso has nacido y ese es tu trabajo. Anímate mujer, porque si no tu trabajo no estará bien hecho y tus alubias no se podrán comer.
Manuela miró al ajo taciturna y éste le sonrió con toda la largura de sus hojas.


Manuela comenzó a animarse, y a entender cuál era su trabajo: fabricar alubias, así que decidió centrarse en eso y en engordar todo lo que pudo sus maltrechos chícharos.

Cuando el granjero pasó a recoger las alubias, las de manuela eran gordas y muy blancas, es verdad que algunas no lo eran porque no pudo recuperar el tiempo perdido, pero otras eran muy blancas y suculentas.

Cuando el granjero recogió todas las alubias, y las puso a secar,  no se fijó en las delgadillas de Manuela y las envasó como las demás para llevarlas al mercado.


Y al mercado fui yo, a comprar alubias para plantar en el cole con mis alumnos.

Y compré un paquete donde había alubias de Manuela, la planta de habichuelas.


Y, claro, cuando hemos plantado las alubias "chuchurrías" que Manuela no pudo mejorar, pues no han crecido y se han desbaratado al intentar crecer.

Por eso no han salido las plantitas aunque las hayamos sembrado como todas las demás, porque no tienen energía ni fuerza suficiente para crecer.

Manuela aprendió la lección, no creais, y desde entonces ya hace siempre unas alubias perfectas, y que además están ¡¡¡¡¡BUENÍIIIISIMAS!!!!

Y colorín, colorado, esta historia de chícharos se ha terminado.

domingo, 27 de marzo de 2011

¿por qué no hay pollitos en el huevo de mi nevera?


Érase una vez una gallina llamada Lola, que quería tener pollitos, así que cuando se hizo lo suficientemente mayor comenzó a poner huevos.

todos los días ponía 3 o 4 huevos, y todos los días el granjero se llevaba sus huevos.
Lola estaba desesperada, porque claro, ella quería empollar sus huevos para que salieran pollitos. Así que un día decidió engañar al granjero y poner un huevo en un rincón del gallinero.
y cuando el granjero recogía los huevos de la mañana se iba corriendo a incubar su huevo para que saliera su pollito.
Se pasaba los días encima de su huevo, pero nada, no parecía que fuera a salir ningún pollito.

Un día, en que Lola estaba empollando su huevito ya desesperada... pasó por allí una paloma que le preguntó : ¿qué haces ahí, fuera del gallinero, empollando?
- Pues incubando mi huevo porque quiero tener un pollito- dijo Lola orgullosa.
- ¿Y por qué no lo haces en el gallinero? - le preguntó la paloma curiosa.
- Porque el granjero se lleva todos los días los huevos que pongo y he escondido este para mi.
La paloma la miró sorprendida y le dijo: - ¿entonces te has traido un huevo así , sin más?
- Claro- dijo Lola- ¿qué más necesito para tener un pollito?

La Paloma empezó a reirse y no podía parar, tanto se rió que se cayó del árbol y seguía riendo y riendo.
Lola se enfadó mucho, no le gustaba que se rieran de ella de esa forma. así que se acurrucó y cerró los ojos haciéndose la sorda para no oir a la paloma.

Pasó por allí un caballo y le preguntó lo mismo, y también se rió de Lola 



 Lola comenzó a ponerse triste, no entendía por qué a todo el mundo le parecía tan gracioso que ella quisiera tener un pollito, y para colmo su huevo no parecía que fuera a abrirse... comenzó a ponerse blando... Lola estaba un poquito desesperada. Todos los días volvía al gallinero y todos los días esperaba que el granjero se llevara sus huevos para salir corriendo a cuidar a su pollito... y su huevo parecía que cada día estaba más blando...
Hasta que un día su huevo se rompió y olía faltal ... Lola no se lo podía creer, se puso muy triste y se marchó al gallinero.
tan triste estaba que no ponía ni un huevo.



Ocurrió que un día  llegó al gallinero un Gallo
Era grande, de muchos colores y muy guapo. A Lola le pareció un príncipe.
El gallo se llamaba Pepe, y en cuanto vió a Lola tan triste y tan buena no pudo evitar acercarse a ella y preguntarle qué le ocurría.
Lola le contó lo que le había pasado y Pepe no se rió, la miró con ternura y le dijo que él la ayudaría, porque para que los huevos de una gallina puedan tener pollitos las gallinas tienen que tener a un gallo que sea su papá.
Lola lo miró asombrada y decidió que le gustaba mucho Pepe, así que a partir de ese día siempre estuvieron juntos y todos, todos los huevos que ponía Lola tenían pollitos.